Trabajo desarrollado para el Bienio Propedéutico de Filosofía que estoy realizando en línea en la ULIA (Universidad Libre de las Américas).
Una persona puede llegar a ser padre, madre, abuelo, tío, pero ser hijo no puede no-ser. En el hecho de ser “hijos” pivota la posible realidad diacrónica de las relaciones humanas, es decir, las relaciones intergeneracionales, donde se establecen vínculos y afectos. Este hijo es un regalo y un don gratuito. Idealmente debe ser recibido en el seno de una familia basado en relaciones biológicas y afectivas (matrimonio abierto a la posible procreación). Será esta familia la que le trasmitirá el lenguaje, el afecto, los valores, la cultura.
Existen hoy día y han existido siempre “familias” monoparentales, monomarentales en su mayoría y, a menudo, mono filiales. Esto puede ocurrir como un proyecto personal de una mujer, otra que no encontró marido o no lo quiso, pero quiso tener descendencia. Y esto lo puede hacer tanto con una relación de pareja pasajera como con un banco de esperma a través de la fertilización in vitro. También puede ser el fruto de un proyecto egoísta de la madre que lo desea para sí, sin una proyección familiar.
Otra situación en la sociedad de consumo es que la pareja constituída postergue la paternidad a un momento con seguridad económica, habitacional, estabilidad de pareja.
En el Paraguay, con 8 millones de habitantes, aunque posiblemente no sea extrapolable a la población latino americana de 660 millones, esta situación ocurre más frecuentemente como resultado de uniones no formales en la juventud quedándose la madre con el hijo y asumiendo su sustento y acompañamiento. Casi no existe esto con los varones. Ellos se van y fundan otros hogares o seguirán sembrando irresponsablemente otros hijos. Estos hijos pueden tener hermanos de padres diferentes o ser únicos. En estos casos los lazos familiares disminuyen automáticamente a la mitad, no tomando contacto con la descendencia del padre biológico. Si bien la madre dará al hijo lo mejor de sí en cuanto afecto, educación y sustento, al hijo le faltará el modelo y afecto paternal, que muchas veces es suplido por el entorno familiar, como un tío, el abuelo.
Están por otro lado las separaciones de hecho o divorcios, que dejan también hijos generalmente a cargo de las madres. Aparte del traumatismo por vivir esta ruptura, les faltará el modelo y acompañamiento del padre, la figura de un superyó que dé pautas en el hogar.
En las sociedades postmodernas (vida light, líquida, donde todo vale) se erige además el relativismo, donde no existen normas de conducta generalizadas y tenemos también el individualismo, que aísla a las personas. Hay menos parejas de hecho, menos matrimonios, menos hijos porque ellos exigen un compromiso y una carga económica. La homosexualidad, aceptada y en muchas partes legalizada, quita parejas al otro sexo. De modo que muchas mujeres andan solas por elección y otras por escasez. En este contexto es muy difícil guardar las pautas tradicionales de una pareja comprometida, que trae hijos responsablemente y que quiere transmitir valores, una formación cívica básica que inculque las pautas de vida en comunidad. La hipertrofia del Estado hace que se prohiban signos religiosos, cánticos alusivos a una fe, horas de enseñanza religiosa en las escuelas. De este modo, los alumnos creyentes no tienen un apoyo al no ver a los demás compañeros compartir sus mismos ideales y su fe. Esto no ocurre en países musulmanes porque del mismo Estado parten las consignas de la obligatoriedad de las manifestaciones religiosas en las escuelas. Y poco a poco, con la población creciente de musulmanes en Europa, ellos ya han logrado cierta “igualdad” con las limitaciones de estas expresiones cristianas en los ámbitos educativos.
