Me gustaría aclarar que lo que predominó en mi espíritu en el momento cuando redacté el artículo “La Pandemia Política” fue la preocupación por la zozobra social (ollas populares, despidos, desempleos, cierre de comercios, inseguridad callejera, violencia de género y familiar, y la insuficiencia momentánea del Programa Pytyvo) antes que el peligro sanitario.
En ningún caso yo iría en contra de las directivas de la autoridad sanitaria ni de la evidencia científica. Sólo por mí mismo podría decidir si vacunarme o no hasta que, transcurrido el tiempo, ya haya suficientes pruebas de la seguridad de la vacuna. En cuanto a la asistencia médica inmediata a los pacientes que acuden en busca de ayuda, sigo pensando que la prescripción de medicamentos sin evidencia científica suficiente para esta virosis, tales como la Ivermectina y la Azitromicina, los cuales prescribimos habitualmente para afecciones frecuentes (pudiendo la Hidroxicloroquina ser dañina en pacientes cardíacos), no va en contra de la buena praxis. No existe aún alguna otra medida comprobada y eficaz al inicio de los síntomas.
Quiero aclarar además que no formo parte de la asociación “Médicos por la verdad”.
Y deseo expresar mi gran admiración a los colegas terapistas junto con su equipo y a todos los colegas y personal sanitario que están al frente de batalla en esta situación de gran peligro para ellos.
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