Resumen del libro "Neurociencia, filosofía y teología: una complementariedad necesaria" de Amadeo Muntané Sánchez
- Prof. Enrique de Mestral
- 16 sept
- 8 Min. de lectura
por Enrique de Mestral
La neurociencia es un tipo de conocimiento que sólo promete una satisfacción parcial de la curiosidad humana. Ella se topa con el cerebro, no indaga sobre su origen ni su causalidad. El cerebro y el resto del cuerpo constituyen un organismo indisociable integrado por circuitos reguladores bioquímicos y neurales que se relacionan con el ambiente como un conjunto, y la actividad mental surge de esta interacción. Se debería observar el cerebro, no únicamente como una interconexión compleja de neuronas, sino como una articulación sistémica, en la que hay algo más, que no conocemos. Este enigma con los dispositivos actuales y con los conceptos científicos actuales no es posible descifrar experimentalmente.
La vida no es sólo bioquímica. Si la materia fuera por sí misma la causa de la vida, seguramente todos los cuerpos estarían vivos.
En el ser humano, la concepción supone una activación mutua, específica y compleja de los gametos y de los genes que se encuentran en el ADN, con el propósito de que se desarrolle toda la organización biológica del nuevo ser. Los clásicos afirman que habría un principio vital o alma. En el momento de la muerte el cuerpo del ser vivo se corrompe, todos sus elementos materiales han perdido su unidad característica. Tiene todos los elementos materiales que formaban su cuerpo cuando todavía estaba vivo, pero ha perdido la unidad, le falta el alma, ha muerto.
El entendimiento y la voluntad son los nombres que recibieron las facultades asociadas con la capacidad humana de pensar y querer. Las propiedades que hacían a los hombres distintos del resto de los seres vivos, se consideran la expresión de un principio que trasciende la unidad de lo orgánico, aunque también sea su causa. A dicho principio lo llamamos espíritu. La reflexión filosófica encontró por tanto, razones para afirmar que el alma humana no sólo es expresión de la unidad vital del cuerpo humano, como ocurre con el resto de los seres vivos, sino que es también principio de otras facultades exclusivas suyas, que parecen ir más allá de lo que puede dar de sí lo puramente orgánico. Por esto, cuando nos referimos al hombre, es más apropiado decir alma espiritual. El ser humano no es sólo alma ni sólo cuerpo, sino alma y cuerpo a la vez. La unión del alma y del cuerpo es sustancial.
Descartes describe que el alma y el cuerpo del hombre son dos ámbitos diferentes. Santo Tomás no reducía el ser humano ni al alma ni al cuerpo. Lucas Lucas habla más bien de un espíritu encarnado o enraizado en una materialidad, a la que sin embargo trasciende.
Estos procesos mentales internos son estados funcionales del organismo cuyo órgano no es necesariamente el cerebro. Así, el dolor no es un estado físico-químico del cerebro o del sistema nervioso, sino un estado funcional del organismo tomado en su totalidad. Es indiscutible que el cerebro está constituido por una estructura físico-química, pero todo eso no prueba que su función se reduzca únicamente a un sistema sináptico-neuronal.
Supongamos que alguien que no sabe nada sobre aparatos de radio ve uno y se queda encantado con la música que sale de él, y trata de entender el aparato. Puede pensar que la música procede totalmente del interior del aparato. Si alguien le sugiere que realmente viene de fuera, a través de una transmisión desde algún otro lugar, podría rechazarlo argumentando que él no ve entrar nada en el aparato. Tampoco podría medir nada, porque la radio pesa lo mismo encendida que apagada. En una radio, las piezas son cristales de silicio, hilos de cobre y demás. Pero es un hecho comprobado que existe un sustrato anatómico y neurobiológico, lo cual viene avalado por el hecho de que lesiones encefálicas pueden dar lugar a trastornos de la conciencia. Sin embargo, aunque es necesaria la concurrencia del tejido nervioso en la elaboración de la conciencia, esta actividad no puede reducirse únicamente a la función neuronal. Hay que admitir la existencia autónoma de una mente autoconsciente distinta al cerebro.
El conocimiento es la operación por la que en un ser se hace presente la forma de otro de un modo inmaterial, y eso se hace presente de algún modo como objeto. Para la cosa misma, ser o no conocida no le añade ni le quita nada, no le afecta. En cambio, quien conoce sabe algo que antes ignoraba. El acto de entender un objeto no es imaginarlo, sino que desde la imagen se abstrae lo esencial y se elabora el concepto y esta acción carece de átomos. La inteligencia es una facultad que implica inorganicidad. Parece razonable que la inteligencia sea una potencia inorgánica por tanto, su acto no puede estar constituido por una actividad sináptica neuronal. El fuego quema las cosas, pero no se quema ni puede quemarse a sí mismo. Y el fuego pensado no quema nada.
La percepción es un proceso cerebral procedente de nuestros sentidos principales. La percepción tiene lugar en las áreas corticales cerebrales correspondientes. ¿Qué es lo que hace que desde las redes neuronales corticales yo oiga, vea o sienta?
La voluntad no es un ente físico. ¿Existe algún núcleo nervioso cerebral que sea el responsable de la voluntad del ser humano?
La libertad es la característica nuclear del ser personal, de su coexistir. La libertad es una propiedad de la voluntad, capaz de elegir, guiada por la razón. Elección, señorío y poder efectivo son muestras de la libertad humana. Se tiene libre albedrío cuando alguien es libre de tomar decisiones realmente suyas.
El conocer y decidir supone un adecuado funcionamiento del cerebro, pero no excluye un componente de inorganicidad.
En los procesos mentales hay un componente neuronal y otro que no puede definirse como una estructura físico-molecular. No se puede explicar los fenómenos psíquicos solamente por las propiedades sinápticas y los neurotransmisores. La conciencia, el conocimiento, la percepción, la imaginación y la libertad son aspectos que por una parte necesitan el tejido cerebral para su elaboración y expresión, pero por otra parte hay un componente que no es físico.
El concepto de intrínseco hace referencia a la cualidad o el valor que es propio de la cosa por sí misma y no le viene de fuera. Lo tienen todas las circunstancias y no depende de éstas, mientras que extrínseco se dice de la cualidad o circunstancia que no pertenece a la cosa por su propia naturaleza, sino que es adquirida o superpuesta a ella.
La ciencia tiene su origen en el empirismo inglés de los siglos XIII al XVI con Roger Bacon, Guillermo de Ockham y Francis Bacon, como iniciadores del método científico, rechazando la deducción y adoptando la inducción mediante la experimentación. La actividad científica reside en inventar hipótesis que pueden confirmarse o en demostrar su falsedad mediante los datos obtenidos de la realidad. El método científico sirve para estudiar los fenómenos materiales que pueden medirse y realizar experimentos, por consiguiente el método científico tiene un alcance limitado.
La materia se entiende como átomo y por consiguiente, como cosa. Si consideramos que el cerebro, siendo un conglomerado de átomos, es una cosa, podríamos concluir también que el hombre es una cosa. Pero la experiencia de hombres y mujeres como personas, a saber, como un ser que actúa conscientemente, es la experiencia no de algo que es cosa, sino de alguien que es y que existe. Persona humana equivale a decir: ser que actúa de manera consciente porque es sujeto racional.
El destino de cada uno es estrictamente personal; no puede ser cumplido por otro. Por eso la persona es un fin en sí misma: nunca un medio. Las cosas son medios, y están ordenadas a las personas, a su beneficio. La naturaleza es la esencia de cada cosa, tomada como fundamento de su actividad. La acción misma es una especie de manifestación de expresión de la esencia. El fundamento de la moralidad sólo puede ser construido por esta naturaleza racional.
La persona es un ser que posee voluntad, de la que deriva la libertad y la autodeterminación en tanto que es propiedad de la persona. La persona es aquella que ama como aquella que es amada. Normalmente, la persona se pone delante del propio cerebro, cada individuo se sabe portador de un cerebro pero no es el cerebro mismo. La primera y más productiva unidad de la persona humana es la que se da cuando el yo está más cerca del acto de ser personal, cuando su actividad está más y mejor enfocada hacia él y desde él. La persona implica aquello que va más allá de lo biológico en el ser humano. El sustrato anatómico y neuronal puede deteriorarse y dificultar la percepción y la expresión de la realidad en mayor o menor grado, dando lugar a comportamientos delirantes o trastornos de la comunicación. Pero esto no induce a un cambio ontológico de la persona, sino a un déficit en la recepción, integración y posterior emisión en el proceso de la adecuación con la realidad.
La teología se define como la ciencia que trata de Dios, de sus atribuciones y perfecciones y sobre el conocimiento que el hombre tiene sobre Él mediante la fe o la razón. Pero Dios no puede convertirse en objeto de estudio científico experimental. El actuar de Dios no es objeto de las ciencias particulares. El pensamiento de Dios es insondable e infinito.
La meditación y la contemplación son formas de oración. Existe también la meditación de tipo oriental (sin Dios), buscando una quietud del deseo. Hoy mediante la resonancia magnética funcional se puede detectar las zonas activadas en varias regiones y sistemas cerebrales. Cada uno de nosotros tiene en sí una identidad personal capaz de entrar en diálogo con los demás y con el mismo Dios. El cerebro estaría biológicamente preparado para abrir la puerta a Dios mismo.
La capacidad de reflexión, la argumentación, la creatividad, la interpretación, la elaboración artística y otras capacidades inéditas muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico. La novedad cualitativa que implica el surgimiento de un ser personal dentro del universo material supone una acción directa de Dios.
La acción de la gracia actúa en el espíritu y posiblemente se produce un proceso de modulación a través de redes neuronales, seguida, probablemente de cambios estructurales más estables.
El modo de entender el desarrollo del mundo en la física moderna y contemporánea nos ayuda a entender de algún modo la acción divina, pero si sólo tenemos en cuenta eso, nuestra imagen de la acción divina como hombres pierde sentido. Puede afirmarse que Dios obra en cualquier cosa en cuanto cualquier cosa necesita su poder para actuar. Su poder es su mismo ser y está en el interior de cualquier cosa, no como parte de su esencia, sino como sosteniéndola en el ser. Dios es aquel sin el cual nada es. El subsistente en sí mismo hace ser lo que no era; crea y luego conserva el ser mismo. El cerebro está continuamente sometido a una remodelación plástica.
La conversión cristiana, entre otras cosas, entraña un cambio de comportamiento. La meta final de la conversión es el “sí” total y la entrega de la propia existencia en el encuentro con Jesucristo. Se renuncia a ser el artífice de la propia vida para aceptar depender de Otro. La conversión exige que la verdad, la fe y el amor lleguen a ser más importantes que nuestra vida biológica, que el bienestar, el éxito, el prestigio y la tranquilidad de nuestra existencia.
Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen concediéndoles la libertad, el poder de conocerle y amarle.
Dios no puede ser objeto de la neurociencia, ya que esta examina lo real en tanto que puede ser verificado experimentalmente. Llegar a la noción de Dios por medio de la racionalidad científico-filosófica no significa demostrar la existencia de Dios en el contexto de la racionalidad de las ciencias empíricas. El análisis científico no puede tener a Dios como objeto adecuado.
El cerebro forma una sola naturaleza con el espíritu humano (alma). Muchas funciones del hombre sobrepasan los límites de la materia y son, por tanto, trascendentales. Por su trascendencia conviene utilizar otras ciencias no experimentales, no por ello menos importantes en la adquisición de conocimiento: la filosofía y la teología.

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