Trabajo desarrollado para el Bienio Propedéutico de Filosofía que estoy realizando en línea en la ULIA (Universidad Libre de las Américas).
El conocimiento de la naturaleza ha crecido intensamente gracias a disciplinas como la física, descubriendo la composición del universo, de nuestro planeta y las leyes que rigen su dinámica. Hoy manejamos conceptos como la radiactividad, la energía atómica, el magnetismo, la curvatura del espacio tiempo, la relatividad del tiempo a diferentes velocidades.
Las ciencias químicas nos muestran las fuerzas eliminadas en las combinaciones de moléculas, pudiendo producir compuestos muy útiles en medicina, en la agricultura, así como otros muy dañinos usados en las guerras.
La astrofísica nos ilustra el inicio del universo por una explosión inicial gigantesca produciendo energía, que por la gravedad se transformó (o se sigue transformando) en materia (los cuerpos estelares y planetarios). Este universo sigue expandiéndose, y si se expande, en qué espacio-tiempo vacío? Este conocimiento del mundo estelar nos ahorra el trabajo imaginativo de dioses personificados en ellos.
Y a nivel de nuestro planeta, hoy conocemos perfectamente su composición, las proporciones de los continentes y los mares, los ciclos del agua. Sabemos que el sol es nuestra fuente primaria de energía y de la formación de materia orgánica gracias a la clorofila y la vida animal, que no puede generar materia orgánica sin incorporar de otro lado (ya sea ingiriendo vegetales u otros animales).
Se sabe también que el hombre proviene en su aspecto biológico del orden de los primates, de la familia de los homínidos, que por alguna mutación mayor o una intervención divina, adquiere la naturaleza racional y puede distinguir el bien del mal, y hasta busca a su Creador.
Lo que sí resalta de esta lectura, es que el filósofo de hoy debe conocer las evidencias científicas del momento histórico para trabajar sus hipótesis. Las ciencias buscan una explicación de lo que ya existe, de lo creado. Como dice el Eclesiastés 1:13 “Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él”. Las ciencias sin filosofía sería también puro tecnicismo sin darle un sentido trascendente. De la filosofía surge el cuestionamiento, la sorpresa, la búsqueda, la trascendencia.
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